domingo, 20 de julio de 2008

La discusión.

El día que Ramona tenia sus maletas en la puerta, comprendí que me iba a dejar.

- Te preguntarás como puedo irme – me dijo algo desafiante.

- Hasta donde yo se todavía tus pies funcionan – respondí algo molesto.

- Me vas a necesitar.

- Tú también crees que necesito una corbata, pero he podido vivir sin una.

- ¡Te arrepentirás!

- Yo no soy el que dejo su ambición de ser bailarina de ballet para cuidar a los niños.

- Primero, no tenemos niños, y segundo, yo no bailo ballet.

- Hubieras aprendido. Bueno, ahora podrás aprender con la jugosa pensión alimenticia que le daré a nuestros hijos.

- ¡Pero si no tenemos hijos! Y gracias a Dios, porque serían igual de estúpidos y pobres que tú.

- Estúpido te creo, pobre puede ser ¿pero loco?

- No dije nada de ser loco.

- Es que había que recalcar que estoy loco de amor por ti.

- No hagas show por favor.

- Decir “te amo” solo es show cuando lo dice un perro vestido con tutu en un circo.

- No te hagas el chistoso.

- Vaya pareja, tu muerta y yo congelado

- ¿Y eso? No entiendo, no tiene nada que ver.

- Lo sé, pero siempre quise decírselo a alguien, y ahora que te vas no tendré la oportunidad.

- Marcel, todavía tienes tus malditas plantas.

- ¡No las trates así! Ellas no te han dicho nada malo.

- Son plantas, ¡No hablan!

- Gracias a Dios no las has escuchado, porque siendo sincero, se ríen de ti a tus espaldas.

- Por favor, ¡ponte serio! ¡Sigues siendo igual de inmaduro que cuando te conoci!

Cuando Ramona decía esa frase, frote mi barbilla pensando y me di cuenta que ella tenía razón, tenia 25 años y todavía no me salía vello facial.

- ¡Marcel! – Grito para hacerme volver a la tierra.

En ese momento vi sus orejas, el defecto que más odiaba de ella. En toda su vida nunca uso aros.

- El problema siempre fue que nunca quisiste usar aros – le dije seriamente.